#2: Lo malo.
No hay número dos, y es que me lo han robado.
Me lo has robado, justo como lo estás haciendo con todo. Con todo lo bueno, quiero decir; porque cosas malas, me dejaste y a montones.
Hemos llegado; incompletos, rotos, dudosos, sin esperanza. Pero lo hemos hecho.
Y aunque te esforzaste por pedirme que tuviera fe, nunca pudo ser.
¿Por qué?
¿Por qué siempre fuiste tu peor versión conmigo? ¿Por qué las mentiras, las dudas, las burlas, los engaños?
¿Tengo que ser como ellos para recibir lo mejor?
Admito que fue recíproco, pues también mi peor versión te pertenece.
Aunque yo no la llamaría así; más bien, mi versión sincera, rota y vulnerable.
Porque lo sabías, ¿cierto?
Esa mañana que decidí decirte todo lo que jamás imaginaste escuchar de mí; sabías perfecto que yo estaba completamente rota y que tu llegada a mi vida estaba siendo tan impuntual pero aún así, yo estaba haciendo lo que fuese para mover todos los relojes a tu posibilidad.
Y funcionó.
Un tiempo.
Pero contigo, lo bueno dura tan poco que es como si jamás hubiese existido.
Pero lo malo es tan eterno, que aprendes a sentirte bien así.
Y así no es.
Es suficiente.
Basta.
Merecemos prioridad, atención, felicidad, amor.
Y si te lo pongo así, suena como algo que no existe, algo distópico.
Y sabía que odiabas la utopía. Pero desconocía cuánto lo hacías.
Lo merecemos. Ambos.
Porque a diferencia de ti, a mí no me sale ser egoísta.
Por desgracia.
Se nos agota el tiempo; y con él, mi amor.
Así que, tú sigues decidiendo.
Por ti.
Por mí.
Por los dos.
- Palabras con Café.