Entre infiernos y martirios.

Y creo, que después de darme cuenta de tantas cosas, entre ellas, la principal, que tú no me querías ni me querrás, me ha hecho dejarte ir.
Y hablo de dejar ir bien, no de las niñerías de ignorarte por días y al siguiente escribirte un 'te extraño'. Sino de dejar ir completamente, de saber que tu recuerdo quedará en aquella parte vulnerable de mí, pero la cual sé que con suerte, nadie tiene acceso.
Te dejo los recuerdos, los buenos y los malos, te dejo con aquellas noches en vela, llamadas y mensajes. En cambio yo, me quedo contigo, es decir, con la parte de ti que me entregaste, con tu pequeña parte en la cual llegué a ser importante. Y me quedo con esto, porque soy egoísta, contigo y con todos. 
Porque esa es mi parte favorita de ti, y que siento que me pertenece, aunque pueda estar equivocada, pero por favor, concédeme este capricho, regálame esa parte, no se la obsequies a nadie más, porque te aseguro, que nadie la va a valorar como yo.
Te estoy dejando ir, y a su vez, me estoy dejando ir, no completamente claro, pero dejo ir esa parte de mí, esa persona cursi y enfermiza que daba todo por ti, pero ya no más. Te regalo también esa versión porque no quiero, bajo ningún motivo, que vuelva a estar en mí.
No quiero que alguien vuelva a causar el infierno de emociones y el martirio de ilusiones que me hiciste sentir.



Palabras con café.

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