(Sin ti)empo.
Tomaste una decisión, que me vino como balde de agua fría; aunque con el tiempo se ha convertido en una tormenta... Un diluvio.
Me dijiste que estabas haciendo lo mejor para ti, que aunque yo hiciera todo por ti, necesitabas más. Si bien, eso no salió de tu boca, pero ah; cómo moría por hacerlo.
De eso ya cuelgan algunos meses, y con eso puedo decir que no sé exactamente cómo funciona el tiempo. Ya sabes, por aquella famosa frase -el tiempo lo cura todo-.
Vaya mentira, a mí no me ha curado en lo absoluto y no creo que lo haga.
De hecho creo que el tiempo y yo no somos grandes amigos. Porque a decir verdad, ahora pasa más lento que nunca.
Y ahora que lo pienso, nunca tuve suficiente de él, realmente fue lo que más falta nos hizo.
He escuchado que ya ríes en otros labios y te pierdes en otros brazos, que ya escribes de nuevo para alguien más, y que estás bien ahí.
Lo cierto es que el tiempo sí está contigo y te empuja para que avances.
A mí en cambio, me jala y me deja donde solías estar tú conmigo; en aquellos columpios, o la calle vacía a la que solíamos ir cuando la vida nos abrumaba de más, incluso en los cigarrillos que solíamos compartir.
Ahora ahí ya no hay nada. Bueno, sí.
Yo. Sin ti.
Y qué difícil es decirlo, cuando jamás pensé que podía llegar a ser verdad.
Ahora lo es; y de todas las verdades, es la que más pesa. Con diferencia.
Ya no sé cómo se concluyen mis textos, que por cierto, todos llevan tu nombre y este no es la excepción. Y probablemente debería ser fácil, pero sin duda, es lo más difícil.
No por el texto, por el acto; no por lo rebuscado que sea, por lo que se expresa.
Y es que, duele más vivirlo que pensarlo, porque quiebra cada rastro de cordura que aún me queda y me vuelve más loca de lo que estaba.
Pero desde que te fuiste, ahora sé que una cosa es cierta y te lo dije varias veces: los desastres también sienten.
Me dijiste que estabas haciendo lo mejor para ti, que aunque yo hiciera todo por ti, necesitabas más. Si bien, eso no salió de tu boca, pero ah; cómo moría por hacerlo.
De eso ya cuelgan algunos meses, y con eso puedo decir que no sé exactamente cómo funciona el tiempo. Ya sabes, por aquella famosa frase -el tiempo lo cura todo-.
Vaya mentira, a mí no me ha curado en lo absoluto y no creo que lo haga.
De hecho creo que el tiempo y yo no somos grandes amigos. Porque a decir verdad, ahora pasa más lento que nunca.
Y ahora que lo pienso, nunca tuve suficiente de él, realmente fue lo que más falta nos hizo.
He escuchado que ya ríes en otros labios y te pierdes en otros brazos, que ya escribes de nuevo para alguien más, y que estás bien ahí.
Lo cierto es que el tiempo sí está contigo y te empuja para que avances.
A mí en cambio, me jala y me deja donde solías estar tú conmigo; en aquellos columpios, o la calle vacía a la que solíamos ir cuando la vida nos abrumaba de más, incluso en los cigarrillos que solíamos compartir.
Ahora ahí ya no hay nada. Bueno, sí.
Yo. Sin ti.
Y qué difícil es decirlo, cuando jamás pensé que podía llegar a ser verdad.
Ahora lo es; y de todas las verdades, es la que más pesa. Con diferencia.
Ya no sé cómo se concluyen mis textos, que por cierto, todos llevan tu nombre y este no es la excepción. Y probablemente debería ser fácil, pero sin duda, es lo más difícil.
No por el texto, por el acto; no por lo rebuscado que sea, por lo que se expresa.
Y es que, duele más vivirlo que pensarlo, porque quiebra cada rastro de cordura que aún me queda y me vuelve más loca de lo que estaba.
Pero desde que te fuiste, ahora sé que una cosa es cierta y te lo dije varias veces: los desastres también sienten.
- Palabras con café.