A mi mejor rival:

No necesité de advertencias para saber que algún día volverías.
Es cierto, no esperaba que lo hicieras tan pronto. Porque en realidad, de ti ya no esperaba nada.

Al irte te llevaste todo; conmigo no se quedó nada.

Volviste. 
Y no precisamente siendo el mismo.
Volviste; luces igual, aunque el cabello te ha crecido. 
Tienes diferente el carácter. Y dejaste de ser un creído.

Volviste; cambiado y mejorado.
Podría decir que los miles de kilómetros han servido de algo.
Y eso anhelo... Que sirvan.

Que ésta vez no te vayas por la salida de emergencia, esperando que al cruzarla, todo cambie.
Porque quien se va una vez, no tendría por qué regresar de nuevo, ¿no te parece? 

No estoy regresando; pues al irte tú, también me fui yo. Y me dejé perder.
Me he perdido en un sinfín de buenos momentos con buenas personas. Y eso, vaya que es bueno.

Que algo debe quedar muy claro: Te recuerdo. En los mejores y en los peores momentos.
Eres parte importante de mi memoria, y con quien puedo pensar en voz alta.

De mis mejores y mis peores a la vez; eso eres. 
Pero estás para que se aprecie tu compañía, y te vas para que duela tu ausencia.
Pues no.

No puedes ir por la vida apostando cuánto dolerá tu partida; porque joder, duelen. 
Aunque a decir verdad, duele más el regreso.

Si estás ahora, estás siempre. 
Porque salidas de emergencias, trenes de vuelta, autos en dirección contraria y boletos de retorno; ya no hay. Se han agotado.

Ahora sólo queda estar, enfrentarse a lo que venga y llenarnos de paletas rosas. Porque es lo que desde hace cuatro años, mejor sabemos hacer.

Tú decides.



-Palabras con café.

Entradas populares

Sei.