Tu llegada.

Había vivido cada día esperando la noche siguiente, entraba en algunos cuerpos buscando una puerta de salida, me daba golpes e interminables guerras con mi pasado, vivía deprisa perdiendo mucho tiempo, mi sombra no me dejaba mirar con claridad ni mi propio nombre, no lograba ser estable con ningún hombre, solía ser alma de paso en medio de lugares intangibles, y jugaba a tener una vida igual a la de los demás, monótona, aburrida y fugaz.
No sé de que manera entraste, porque yo no abrí ninguna puerta, ni di señales de acceso, mis candados estaban cerrados, y aunque en mi corazón hacía menos frío que en tu vida, derretiste con tus hombros el iceberg de mis ojos.
Me cacheaste el alma y la vida con tu mirada, y con las manos en voz baja, me quitaste de encima la tristeza, el pesimismo y las penas. 
Ahora es diferente, te conozco y sé que estoy asegurada, que me puedo comer la vida a suspiros, y que mis ojos pueden estar abiertos mientras sueño contigo. 


Palabras con café.

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