Disparejos.

Él subía las escaleras de mi mente, yo me tiraba de su abismo, él iba hacia mis manos, yo me detenía en sus hombros. Hacíamos una buena pareja aunque fuéramos una mala combinación. Siempre nos encontrábamos a medio camino de mi caída y de su ascenso, de su ida y mi venida; y daba igual todo, que subiéramos o bajáramos. Lo importante era que en algún punto, por mínimo que fuera, él y nos encontrábamos, y meses después aún lo hacemos. Eso es la poesía.

Palabras con café. 

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